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TIEMPO DE RETOS

Nos inclinamos hacia la pantalla, hay quien se acerca tanto que parece que la invada; hay que aprender a tomar la distancia adecuada y colocar el portátil de manera que mires de frente a la cámara. Hay que crear vínculo con el paciente y cuando estás acostumbrado a acompañarle con un gesto elegante  que le invita a entrar en el despacho y sentarse a contarte sus cosas, la pantalla queda fría y distante.

Nos acercamos más a la pantalla para ver si está todo el grupo y si falta alguien le enviamos un mensaje telefónico a ver si ha recibido el link para entrar en la “room”. Hace unos meses cuando ocurría una situación similar, te levantabas en busca del compañero o compañera. Ibas hasta su despacho a ver si le encontrabas y si no aparecía preguntabas al resto de compañeros si sabían dónde estaba o si había dejado algún mensaje en relación a su ausencia.

Nos dejamos ir por el olfateo de los espacios íntimos a los que accedemos sin permiso alguno. Nuestra curiosidad innata hace que nos fijemos en los escenarios desde los que se conectan nuestros compañer@s, alumn@s, amig@s y familiares. De repente, aparecen niñ@s, abuelas, madres, hij@s por detrás o por delante de la pantalla haciendo la conexión algo más humana, algo más real.

Team, Zoom, Meet-Google, Skipe, Jit.sii, son ahora nuestros lugares de encuentro; no vamos al bar de la esquina, a la granja de la plaza, o al horno de la amiga a hacer el café o el descanso laboral. Ahora nos citamos en “rooms” virtuales para hacer reuniones de trabajo, formaciones, supervisiones, visitas médicas, revisiones de pruebas y telefónicamente nos hacen un chequeo de salud.

Ahorramos desplazamientos, perdemos ejercicio físico y salud mental. Andar, pasear, sonreír al otro, fijarse en la gente, comunicarse visualmente, conquistar las calles, merodear los comercios del barrio, etc genera bienestar físico y mental.

Ahorramos tiempo, perdemos confianza. El espacio virtual nos permite encontrarnos, juntarnos y agruparnos. Ser ágiles y operativos transmitiendo información y conocimiento. Otra cosa es saber generar confianza a través de la frialdad de la pantalla, escuchar al otro con atención y transmitirle interés y sosiego a partir de nuestras palabras; escuchar los silencios y permitir su presencia.

Ay, los silencios ! tan significativos, tan introductorios de procesos de reflexión, pensamiento y elaboración mental o todo lo contrario, tan ilustrativos de la angustia y el miedo. Los silencios es uno de los aspectos , para mi, más complicados de respetar, mantener y darles su merecido lugar en el espacio virtual.

Un espacio en el que hay que levantar la mano para hablar, la cual cosa no permite un diálogo fluido, una conversación espontánea o una reunión o supervisión ajena a los turnos de palabra.

Virtualmente, con cobertura desigual o accidentada por causas naturales impredecibles y atemporales, la mirada pierde sentido, pierde peso y lo gana la palabra y la imagen corporal.

La mirada es la expresión más íntima y sincera del ser humano. A través de ella expresamos y captamos ternura, amor, alegría, ilusión, llanto, tristeza, odio, ira, impotencia, cansancio, desesperación, etc. Cuando dos personas están cerca y se tienen confianza, sean amigas, amantes, profesionales o pacientes, la mirada es nuestra primera carta de presentación al otro. A corta distancia , la mirada nos habla, nos dice, nos cuenta, nos narra.

Telemáticamente, la expresión de nuestro estado anímico a través de la mirada se pierde y se difumina. Hay que confiar en que uno y otro, o el grupo tenga una buena capacidad de expresión oral y verbal para que nos podamos explicar y narrar. Hay que confiar en que el otro sepa y quiera profundizar en transmitirnos cómo se encuentra, cómo están sus sentimientos, cómo anda emocionalmente o cómo está físicamente.

Telemáticamente, el trabajo de establecer y mantener la confianza y el vínculo profesional con nuestro usuario o usuaria, alumn@ o paciente pasa por el deseo mutuo de conectarse informáticamente y sobre todo, de conectarse emocionalmente al otro y pasa por el deseo mutuo de encontrar un espacio de privacidad y pasa por el deseo manifiesto de seguir manteniendo este tipo de relación, tan nueva y diferente para todos nosotros.

Se gana proximidad telemática, se pierde contacto físico; se gana proximidad telemática, se pierde contacto visual y empático; se gana proximidad telemática, se pierde el poder de la escucha cercana; se gana proximidad telemática, se pierde el poder de la palabra susurrada, entonada con esmero y delicadeza en el momento adecuado y sostenida hasta la comprensión por parte del otro.

Es un nuevo instrumento de trabajo asistencial que viene a proponernos nuevos retos y aventuradas intervenciones. Pero para ello hay que irse despidiendo de un tipo de relación interpersonal basada en la cercanía corporal, en el abrazo de una dulce mirada, en el poder de la escucha cercana, de los silencios acompañados y de las lágrimas secadas con los cleenex del profesional.

Y tendremos que descubrir nuevos retos en los que las “rooms” virtuales se conviertan en nuevos espacios de relación que nos ofrezcan la posibilidad de intimar con el otro, de generarle confianza, discreción, respeto y confidencialidad.

En mi tierna experiencia en supervisiones y formaciones on –line, ofrecidas y recibidas, me parece muy interesante verbalizar estas dificultades que he nombrado hasta ahora y compartirlas con la otra persona o con el grupo.

Parecerían que son obvias pero pasan desapercibidas, para muchos de nosotros, generando dificultades en la relacional virtual. Y en estos momentos históricos especialmente distintos y diferentes a lo conocido hasta ahora, lo obvio pasa a ser necesariamente imprescindible de ser verbalizado, clarificado y socializado por y para todas nosotras.

Barcelona, 24 septiembre 2020

 

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