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THE END

Porque de sonrisas y lágrimas va la vida. De pequeñas pérdidas y de grandes malestares emocionales. Parejas que no se aparejan, amigos que se olvidan , relaciones frustradas por extrañas expectativas no cumplidas, compromisos laborales que se diluyen por confort, desidia o falta de ilusión.

Y nos olvidamos de que todo se termina y también se termina la vida. Y nos damos de cabeza cuando ante una muerte real, próxima, nos decimos: “pues anda, si es cierto, que cada día nos queda menos”. Y nos seguimos enfadando por falta de dinero, por envidia, celos y deseos de bienes ajenos como dice el Décimo Mandamiento. Nos seguimos enfadando por no tener, por no poseer. Por detectar nuestras faltas y carencias.

De finales y despedidas va la vida y no hace falta que sean grandes finales o despedidas épicas.

Cada noche finalizan vivencias, cada noche nos acostamos con proyectos, ideas e ilusiones que se elaboran, cocinan, mejoran o deterioran en sueños ficticios, probables, posibles y reconfortantes.

Y en cada amanecer, nacen nuevas posibilidades, otras alternativas, diferentes miradas, distintas perspectivas de una misma realidad.

Falso !!! y aquí muchas personas tropiezan por la necesidad que tienen de que las realidades y las relaciones sean estables, sean las mismas, conocidas y controlables. Y la vida es movimiento, dinamismo, cambio constante. Damos 70, 85 o 90 veces la vuelta al sol y nunca, nunca es la misma, ni de la misma manera, ni somos los mismos ni las mismas que éramos en la vuelta, inmediatamente anterior.

El final es constante, la vida es efímera y el tiempo es lo que pasa mientras estas leyendo y reflexionando lo leído. Y de finales y de despedidas va la vida, de aquello que sin pertenecernos creemos que es nuestro. La infancia pasa, la adolescencia se alarga, la juventud se olvida y llega la vejez, en nuestra sociedad desterrada y olvidada y al final del camino, la muerte.

Pero como dicen algunos autores, Neimeyer o Doka, quien muere deja la muerte para el que queda, porque quien muere se transforma pero para quien queda, la muerte le transforma, le golpea duramente sometiéndole a un tercer grado duro y revelador. Le noquea y le envía directo a su más íntima realidad. Única e intransferible, bella y brillante por su sencillez y simplicidad.

Y ese golpe, a veces traumático, debería estar más integrado en la propia vida. Porque de vivir duelos , pérdidas, finales y despedidas va, también, la vida. Si legitimáramos y atesoráramos con más amor y cuidado estos momentos de despedida de la salud ante un diagnóstico de enfermedad, diagnósticos de trastornos mentales, neurológicos, demencias, Alzhéimer o ELAs; despedida y cierre de etapas vitales, despedida y cierre de etapas laborales, despidos, cataclismos económicos, despedida y cierre de etapas sentimentales, divorcios, separaciones, etc viviríamos con mayor harmonía el ciclo efímero de la propia vida.

Nacer y morir es una dicotomía que está contante y presente en nuestro día a día cotidiano; plantas, flores, pájaros, bichos e insectos insignificantes nacen y mueren cumpliendo estrictamente con su ciclo vital. Con todas y cada una de las etapas de su movimiento circadiano que les impulsa a nacer y les obliga a morir para dar a luz , de nuevo, a nuevos seres del reino animal y vegetal.

Deberíamos saber inocular desde la infancia y la adolescencia conceptos relativos a la gestión del duelo, de las emociones asociadas a las pérdidas que puedan sufrir los niños y los adolescentes en lugar de negarlas o hacer que pasen deprisa sin centrar la atención en su aparición, su significado, su aspecto , su afectación y el tránsito que ellas hacen en nuestro corazón.

Centrados en producir, acumular, centrados en la belleza, la apariencia, el parecer, el tunear y el maquillaje físico y el maquillaje relacional pasamos y vivimos inadvirtiendo los pequeños duelos diarios que ayudan a ir conectando con el en-vejez-i-miento vital, relacional, social y comunitario.

Pensar y merodear alrededor de los sentimientos y emociones que, nos despierta a cada individuo, el en-vejecer es acercarse, con mimo y cariño, a la propia vida y al devenir cotidiano.

Es acercarse a las despedidas privadas , íntimas y personales que cada uno de nosotros hace, en relación a mil y un aspectos diferentes, diarios y de distinta categoría relacional y humana, con la vida.

 

Os invito pues, a decir un “te quiero”, “te añoro”, “te deseo”, “ te aprecio”, “te respeto”, “te necesito”, “te recuerdo”,  o un “me gusta”, “me alaga”, “me duele”, “me hiere”, “me satisface”, “me cansa”, etc… os invito a expresar con delicadeza y elegancia las emociones y vuestros sentimientos al otro.

Suponer que se saben, es un error; suponer que se sienten, una gran equivocación.

Porque con este ejercicio relacional acostumbramos a la psique y al corazón a manifestar sentimientos y emociones que, con demasiada frecuencia, quedan relegados al “cuarto trastero” de la vergüenza y la sinrazón.

Acostumbremos a niños y jóvenes, desinhibidos relacionalmente, pero negadores de emociones y de su manifestación tanto o más que sus progenitores y su entorno más cercano, a expresar con naturalidad y facilidad el agradecimiento por los buenos momentos vividos.

Y eduquémosles también en la expresión de la tristeza, el llanto, el miedo o la desesperación cuando estas emociones aparezcan por la vivencia de un proceso de gestión de pérdidas personales , familiares o de su entorno social.

Cuanta más y mejor musculatura emocional entrenemos durante nuestra vida, mejor gestionaremos momentos de lesiones y fracturas sentimentales y relacionales.

Barcelona 10 octubre 2020

Dia Mundial  de la Salud Mental

 

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