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FALLING

Magnífica interpretación la de Vicco Mortensen en Falling. De niño deseado, a joven atormentado, adulto homosexual y padre adoptivo revive y resignifica su relación con su padre cuando este, vuelve al hogar, durante unos días.

A veces, bastan unos días de vuelta al hogar de los padres, o que estos residan en casa de los hijos, para que se reabran heridas antiguas, todavía emergentes y deseosas de ser escuchadas, curadas, cerradas y enterradas.

La vejez de los padres, a veces, puede favorecer el cierre de ciertos temas familiares abandonados en la cuneta, relegados en la sala de espera o falsamente olvidados por el paso del tiempo.

Inicio de demencias, inicio de Alzheimer, micro infartos cerebrales que debutan en silencio pueden ser la antesala al deterioro cognitivo propio de la edad avanzada de los padres.

Y estos, más desinhibidos por el paso de los años , más desconfiados por el miedo que conlleva la fragilidad de la vejez, dolientes de la vida que se les escapa entre lo efímero del instante, pueden manifestar abiertamente los sentimientos.

Cuando todo cae, caen los egocentrismos, las idealizaciones, las alianzas familiares; cuando todo cae, queda al descubierto la necesidad de hablar de las emociones y los sentimientos, de las heridas y los pesares. “Nunca has dicho un: ” te quiero o un lo siento” !!!! le recrimina John a su padre, Willis. A gritos, peleando las dos almas llenas de amor y pasión mutua. Tambien de ira, rabia y resentimiento.

“Ya lo sabias !!!” le dice el padre llorando. Y su hijo, rendido por el dolor, le contesta: “No era suficiente !!!! necesitaba oírlo !!!.

¡ Que importante es oir un: “te quiero” o un: “lo siento”, de aquella persona amada y querida intensamente ! . Oir un: “te quiero” , es sentir la desnudez del otro, es sentir la franca necesidad de apego del otro, es sentir la invisible red de aquello que nos hace humanos.

Y cómo de reconfortante y balsámico es para el alma herida, sentir un: “lo siento” sincero y merecedor de espacio reparador del daño causado.

La vejez de los padres y , sobre todo, la propia debería servir para ir cerrando con llaves de afecto, ternura y cuidado aquellos temas pospuestos, aquellos malentendidos desatendidos durante el fragor de la juventud y las prisas de la vida adulta. Aquellos temas pendientes por no atrevernos a hablarlos, preguntarlos o clarificarlos por lo que pueda suceder.

Sucede que, de no cerrarlos a tiempo, siguen quedando pendientes. Y a veces, tras la muerte, molestan como agujas clavadas con culpa y dolor en el corazón.

Aprovechemos la vejez de los nuestros y el declinar de nuestra propia existencia para investigar y husmear en los temas que creamos pendientes y en las actitudes que amenacen tormentas.

Cuando todo cae, aprovechemos con la humildad y la serenidad que dan los años para cerrar temas y permitir que los nuestros, expresen también sus afectos y sus asignaturas pendientes con nosotros.

Aprovechemos para relativizar conflictos familiares, acercar visiones extremas y polarizadas, respetar diferencias generacionales e invitar a los nuestros, a que… todo caiga !!

Barcelona, 18 octubre 2020

 

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