Un libro en el que encontramos, a través de una narrativa dulce y humana, una crítica constructiva al trato que desde hace años viene dándose a las personas que han sufrido algún tipo de trastorno mental.
Muchas de ellas son personas con posibilidades y capacidades para trabajar y crear una familia pero que, por diversas circunstancias personales y por las continuas crisis laborales, no han podido entrar nunca en el mundo laboral o por la poca flexibilidad de éste no han podido mantenerlo a lo largo de la vida.
Se aborda a lo largo del libro el papel de las mujeres cuidadoras. Mujeres, que por el hecho de ser madres de una persona afectada, han pasado a ser eternas cuidadoras de todos los aspectos dependientes desarrollados por esta.
Sea por falta de autonomía o por pérdida total de la misma, se ha depositado en ellas, en las madres, la confianza de que la persona con trastorno mental esté bien atendida, tanto en casa como fuera de ella; se ha depositado en ellas la responsabilidad de hacerse cargo de la mayor parte del proyecto de vida de su hijo/a hasta bien entrada la edad madura o la vejez.
A veces, tanto el Estado como la propia comunidad las legitima y las circunscribe a jugar unos roles y a desempeñar unas funciones propias de un género, el femenino, entendido desde la violencia de un modelo patriarcal duro y alienante.
Alas de papel critica de forma argumentada y lúcida el sistema político y económico de nuestro país que aprueba leyes con escasa o nulas partidas presupuestarias para ser desarrolladas ampliamente. Una ley de dependencia que no aborda la autonomía de la persona sino que, se dedica a atender con pocos recursos económicos los aspectos dependientes y enfermos, de una población cada vez más envejecida.
Aborda también qué ocurre cuando la persona pasa desde la red de atención a la salud mental infanto-juvenil a la red de atención de la persona adulta.
Qué ocurre cuando ante la mayoría de edad legal que no evolutiva, la persona afectada y su familia pasan de ser atendidos desde un modelo de intervención cuidadoso y centrado en la responsabilidad que siente el profesional de hacer que el niño o el joven mejoren y puedan ser felices, a la red de adultos que desde un modelo más centrado en el síntoma y la medicación, exige, manda y prescribe con cierta dosis de culpa y carga familiar.
Un sistema vertical donde la voz de la autoridad sanitaria se alza ante voces, todavía poco reconocidas, como es la de primera persona, la de su familia y también la de los profesionales y servicios comunitarios que desde “los beneficios terapéuticos de lo social y lo comunitario” ofrecen otra mirada de la persona y de la salud mental.
Estos y otros temas los encontramos narrados con profesionalidad, rigurosidad y metodología. Un libro que muestra con ternura y respeto, viñetas clínicas basadas en historias reales y anónimas, cercanas y desconocidas. La autora nos muestra con un estilo de narrativa próximo y contundente situaciones muy cercanas todavía ignoradas por la sociedad actual.
