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DIGNIFICAR LO SUTIL

Ante la mirada intensa del abuelo que despide a su nieto a la entrada del colegio. Él fue solo a la escuela. Tras la guerra civil, iba solo, en tren. La escuela estaba a dos pueblos de distancia y sus padres trabajaban en el campo. Tenia que ir solo con 7, 8 y 9 años en tren, al cole. Si quería saber leer y aprender a escribir , él tenia que ir solo a la escuelita del pueblo más cercano. Hoy lo hubiéramos denunciado a servicios sociales.

Su mirada me enternece.

Recuerda soledades, recuerda miedos, recuerda intemperie, frio, pobreza, hambre, bombas, cárceles. Su mirada recuerda terror.

Y su mirada tierna y llena de amor por su nieto al que despide a la puerta del cole recuerda triunfo, éxito, recuerda poder y superación. Y en ellos, en estos valores férreos, profundos, humanos que denotan el paso curtido del tiempo vivido y del tiempo sufrido se ha estructurado una generación, hoy centenaria.

Quizás es la primera generación centenaria; quizás es la primera generación en la que se jubilan hijos que todavía disfrutan de sus padres; quizás es la primera generación de mujeres con menopausia que son madres de hijos adolescentes.

Quizás es la primera generación de muchos cambios intergeneracionales….

Será la primera pues, que cierra en una misma etapa vital, el círculo de la cadena de cuidados y de la cadena de contenciones emocionales de la familia. Cuando un nieto puede cuidar de su abuelo, visitarle en el hospital y hacerle la compra una vez a la semana, se cierra el círculo de los cuidados familiares.

Cuidamos a quien cuidó de quien se ocupa de cuidarnos.

Y es que supongo que el lector ya es consciente que el ser humano es, ante todo, un ser que recibe y ofrece un continuum de cuidados que cuidan de tener cuidado de que nos cuiden. Y no es un trabalenguas, no. En todo caso, se trata de un traba-generaciones que tendrían que ser conscientes de generar acciones de agradecimiento continuado, por los que nos cuidaron cuando éramos pequeños y a los que tenemos que cuidar porque ya son muy mayores.

Dícese del verbo cuidar: ocuparse de una persona, animal o cosa que requiere de algún tipo de atención o asistencia, estando pendiente de sus necesidades y proporcionándole lo necesario para que esté bien o esté en buen estado.

Y en este juego de “ocuparse de estar pendiente de las necesidades del otro”, se ocultan las dificultades relacionales intrínsecas al propio acto de cuidar, de sostener, de hacerse cargo de la fragilidad del otro, etc.

Se esconden exageradas delegaciones de cuidado que, a veces, los hijos hacen de sus hijos, a sus padres, los abuelos. Y andan camufladas la falta de límites con la que, algunos abuelos y abuelas, reciben el encargo imaginario que socialmente se otorga y se inviste a los abuelos, simplemente, por el hecho de serlo !!!

No olvidemos que, algunas veces, hay una exagerada intensidad en la relación de cuidados que, deriva en la consecuente decepción de los mismos; es decir, la decepción en relación al resultado de estos cuidados y a cómo estos son sutilmente agradecidos. O no…

“No esperes nada a cambio”, se escucha en ciertas conversaciones de personas entradas en años.

¿Y cómo no vamos a esperar nada a cambio?, si hemos contribuido con esmero, cariño, intención y devoción, a establecer verdaderas relaciones de amor y ternura basadas en el cuidado del otro, en atender su vulnerabilidad más evidente, en acallar lloros, rabietas, sostener enfados, frustraciones y profundas decepciones !!

¿Cómo no vamos a esperar nada a cambio?, si hemos construido verdaderos lazos de amor cuidando a nuestros pequeños y a nuestros mayores, a nuestras parejas y a nuestros amigos. Y a veces, a nuestros vecinos.

¿Cómo no vamos a esperar nada a cambio?, si cuando cuidamos del otro estamos cuidando de nuestra parte más frágil, humana, carencial, deseosa y necesitada de ser amada. ¿Cómo no vamos a pedir nada a cambio?, si necesitamos del otro para que este otro nos haga sentir vivos, humanos, útiles y necesarios.

No hay nada más poderoso en este mundo de humanos que entrelazar las manos, los unos con los otros, y ser capaces de sentir el poder que nos da la unión, la ayuda, el favor o el consejo.

El abuelo, feliz y contento de acompañar a su nieto a la escuela, claro que espera ! no quiere nada en concreto, ni mucho menos material, ni físico, ni verbal.

Pero claro que espera !! Espera el merecido y necesario reconocimiento de la labor realizada. Estar al lado, acompañar, hacer posible… claro que espera un re-conocimiento de su labor de ser y significar el eslabón que cierra el círculo intergeneracional de cuidados y con ellos, dignifica y re-significa la importancia y el valor de la ayuda, el compromiso y el esfuerzo.

Y en él y con él se encarna la gratitud por existir y la necesidad de la continuidad intergeneracional.

Un vínculo que dignifica a la vejez y re-significa la importancia y el valor de la circularidad de experiencias intergeneracionales y con ellas o a través de ellas, se ensalza el valor de la relación de cuidado y del vínculo afectivo.

Claro que esperas a cambio !!! Esperas y tenemos obligación de esperar y reclamar que se nos otorgue el valor y la importancia que han tenido la ayuda y la dedicación ofrecidas.

Sin embargo, mientras seamos una sociedad que valora el éxito, lo aparente, lo fugaz y lo superficial es difícil que ponga atención en la sutileza de darse cuenta de lo que significa estar pendiente de las necesidades del otro.

Una ciudadanía que lucha por derechos y deberes pero no aprecia, ni valora el buen trato en el cuidado de las personas, en su bienestar emocional y relacional.

El valor del trato con esmero, es el valor de poder expresar el agradecimiento profundo del afecto y la atención recibida.

Mientras seamos una sociedad que espera el buen trato de pequeños y mayores sin reconocer las necesidades básicas para que este se dé, no estamos poniendo en el lugar merecido a la relación necesaria de vínculo y amor entre seres humanos.

En la sutileza del gesto está el valor de re-conocerlo; en la sutileza de la gratitud se halla el valor de una sociedad más humana y compasiva.

 

Barcelona, 12 diciembre 2023

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