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MALTRATO

Trabajadora social, directora, supervisora, formadora, profesora universitaria, escritora, amante del buen trato y defensora de la calidad asistencial.

Defensora de la coherencia humana y de aquellas personas que logran alinearse en el mismo eje que genera y  crea consistencia humana. Cuando el pensar, el decir y el sentir suenan con la misma harmonía y entonan la misma melodía de vida.

Ayer y hoy, siempre constato que se mantiene en las organizaciones sanitarias y sociales el maltrato institucional. No se trata de un maltrato a sus profesionales, que también, no directo y visible sino invisible y tamizado de buenas formas, buenas maneras y buenos modales; sino el maltrato hacia los servicios , programas y ayudas que ofrecemos al ciudadano.

Desde fundaciones tutelares me comentan que todavía hay un imaginario social en el que se entiende que la incapacitación pretende anular voz y actos del incapaz , en contra de lo que dice la Convención de Nueva York del 2008;  desde servicios sanitarios va aumentando irracionalmente la ratio médico, enfermera, trabajadora social/paciente hasta hacerse prácticamente impracticable la práctica profesional. Desde servicios del tercer sector, ahogados por los recortes financieros y gestionados con una visión cortoplacista de sus recursos económicos y humanos se gestan situaciones difíciles de sostener por parte de profesionales que defendemos la calidad asistencial y el cuidado del ser humano.

Escucho afirmaciones dolorosas, manifestadas por profesionales que andan reconociéndose importantes allí donde despliegan sus sabias intenciones laborales que, como dice el refrán “donde comen dos, comen tres” y por tanto, donde se atienden a 20 personas, se atienden a 120 con el mismo tiempo, el mismo número de profesionales y las mismas condiciones laborales.

 

 

O cómo otras entidades, actualmente, y para conseguir ante la perspectiva económica, brutalmente desastrosa que preside nuestras vidas, modelan las ratios de gestión y venden a cuatro vientos las bondades financieras que se consiguen si donde se gestionan dos servicios se pueden gestionar diez, si eso nos lleva por economía de escala a atender con el mismo número de profesionales, el triple de personas.

Y es que por economía de escala también debemos economizar las emociones que nos genera trabajar mal, a destajo, sin pensar, sin reflexionar, sin poder cuidar a los equipos profesionales ni por ende a los usuarios.

Y es que por economía de escala también nos toca atomizar el compromiso con el objetivo de nuestro trabajo, las personas que enfermas, solas, vulnerables, pobres o inmigrantes, sea cual sea, su etiqueta o condición humana nos obligan  a sacudir hábilmente nuestra escala de valores para conseguir tirar hacia adelante.

Por economía de escala debemos afrontar frustraciones laborales por ser profesionales que defendemos trabajar con esmero la relación humana, crear pequeñas obras de arte estableciendo lazos de vínculo generador de cambios con la persona afectada y en cambio, debemos enfrentarnos a “expedientes reguladores de calidades asistenciales” velados por sabias palabras que merodean la mentira fugaz.

Porque realmente, si no se valora, la calidad asistencial, el cuidado de los profesionales, la proximidad y cercanía a la persona atendida, el trato humano, el vínculo que establecemos con el usuario ,clave para favorecer procesos de cambio, el trabajo en equipo o el trabajo en red y de la red de servicios y profesionales, no se valora nada.

Y por nada hay que entender , el vacío.

Y gestionar el vacío genera ansiedad , tensión y malestar. Es doloroso y demasiado atrevido para quienes confiamos y seguimos defendiendo el trabajo con el ser humano, con las personas; el trabajo en el que se valora la calidad de las relaciones humanas, la calidez de los vínculos generados, la confianza, la serenidad, la razón y se desprecia la sinrazón, el sinsentido, la prisa y la temeridad.

 

Me pregunto hacia dónde vamos, porque la COVID ya ha venido a desvelarnos secretos temerosamente guardados. Tele-asistencia, tele-trabajo, atención sanitaria telefónica, grupos de ayuda mutua tele-máticos, seguimiento psicológico on-line a través de los cuales se puede atender a mucha gente por internet. Y a una sociedad como la nuestra, abusadora y consumista de lo novedoso, a quien la cuesta poner límites, sentido común y reflexión le excita poderosamente los números y las cifras por encima y por delante del cómo y de la calidad.

En salud mental quizás volvemos a aumentar la medicación porque solo atenderemos la sintomatología de la persona; en tutelas, quizás mantenemos la incapacitaciones y no podemos recapacitar a nadie si solo trabajamos las resoluciones judiciales; en servicios sociales quizás solo podemos gestionar ayudas económicas sin trabajar con el usuario sus capacidades y posibilidades laborales, su identidad como ciudadano y su responsabilidad social como tal.

Quizás tampoco interesa, quizás no hace falta apoderar a nadie , ni rescatar sus capacidades, derechos y libertades, quizás trabajar defendiendo la calidad asistencial, el comprosiso con el otro, acompañando cambios y procesos humanos se quedó en la era pre-covid.

Vaya que, sinceramente, no sé hacia dónde vamos…

Feliz fin de semana de confinamiento perimetral….quizás el último !

Barcelona, 11 diciembre 2020

 

 

 

 

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