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TERNURA

Proviene del término “terno”, tierna, sensible, cariñosa.

Y es que el virus no nos matará pero al final moriremos de pena, de falta de afecto, de falta de ternura, de falta de amabilidad, de falta de con-tacto y del doloroso vacío que genera el no tocarnos, no arroparnos, no abrazarnos, no arrullarnos hasta calmar el malestar.

Allí donde se une el hambre con las penas, la ansiedad y la tristeza, allí en la boca del estómago donde señalamos el malestar, el lío emocional, el nudo, la desesperanza…allí, es donde, en lugar de recibir alimento y nutrirnos para crecer, querer, desarrollarnos física y emocionalmente, allí, hace unos meses que todos sufrimos de un mal común y comunitario.

Como dice Alex Rovira, la ternura ofrece vínculos de calidad. No sé porqué será que es una de las condiciones del ser humano que más valoro y admiro. La ternura en la mirada te hace sentirte aceptada, reconfortada en tus capacidades y tus limitaciones, en tus aciertos y errores, en tus certezas de vida y tus dudas de por vida.

La ternura en la mirada del otro te hace sentir aceptada en el todo.

Y es que la ternura es una de las necesidades básicas de todos nosotros siendo, a la vez, un rasgo bastante exiliado por todos nosotros. Ser tierno, en el caso de los hombres, es una de las características más sensuales y seductoras a mis ojos de mujer.

La ternura, a mi entender, es una de las monedas de intercambio relacional que abre más puertas a la relación entre las personas y ayuda a establecer puentes y lazos emocionales verdaderamente poderosos.

Desde mi profesión como trabajadora social he utilizado intencionadamente la ternura para acercarme a pacientes que realmente estaban sufriendo silenciosos episodios de verdadera angustia y soledad; una mirada tierna permite, invita, posibilita, da lugar; unas palabras llenas de ternura y sensibilidad disminuyen angustias y calman desesperanzas anodinas.

Como dice el poeta Martí Pol, “a veces, una tarde cualquiera, la ternura se instala entre las palabras” y que bien suenan entonces y que dulcemente nos atrapan y cómo de bonitas resultan las palabras aderezadas de dulzura sin excesos y de ternura sin aderezos.

Y si tenemos la suerte de escucharlas con una voz cálida y tierna que las abrace y las envuelva para nosotros pueden sonarnos a verdaderas promesas escritas con pasión .

Palabras, miradas y gestos, voz y tono, actitudes tiernas que nos sacuden el alma y nos tratan y cuidan con esmero. Delicadas muestras de respeto a la dignidad humana.

Evitando el contagio de neumonías bilaterales nos contagiaremos de pena y tristeza por no acercarnos al otro, no abrazar su encuentro, no celebrar su presencia, por restringir el brindis que significa el encuentro con la vida.

Empieza a hablarse de la generación COVID y es que ciertamente si la ternura y la dulzura son cualidades básicas par a el bienestar emocional y la salud mental de la población, en general, mucho más lo son para los adolescentes y jóvenes.

Para estos, a los que se les ha hecho responsable , a ratos, a días, a épocas del año, del elevado número de contagios, la restricción del contacto humano y de sus momentos y espacios de socialización está motivando aumentos importantes de tristeza, ansiedad, trastornos del sueño y de la alimentación en jóvenes que estaban perfectamente sanos y felices. Jóvenes, estudiantes, deportistas, con sueños de futuro y de realización profesional , de viajar y descubrir, de experimentar nuevas relaciones. Jóvenes normalmente felices, felizmente normales.

Y qué decir de los abuelos de estos jóvenes. Personas con 80 y 90 años a los que el abrazo y el contacto corporal, visual y gestual es básico para mantenerles con la ilusión , si la hay, de vivir muchos años más. Para ellas la presencia de esta invisible criatura representa una amenaza constante para sus vidas y el retraso de la aparición de la vacuna, representa una sentencia clara a su corta expectativa de vida.        

Si, mientras tanto, se les prohíben los abrazos, la mirada compasiva o los gestos de cariño y amistad que pueden recibir de profesionales, familia, amigos, nietos y vecinas, no hará falta legalizar la eutanasia porqué los mataremos de tristeza, pena, soledad y aislamiento en vida.

Porque la vida sin ternura y dulzura como condimentos diarios se hace más difícil, más intransigente, más antipática, más intransitable y más dolorosa de ser vivida sobre todo a edades avanzadas donde un día puede ser, el último día.

Un “buenos días” susurrado tierno y dulce al oído y escuchado tras el ruido, de fondo, del café recién hecho en las antiguas cafeteras oro ley promete un día lleno de calma, amor, tranquilidad, trabajo, sosiego, lectura, conversación, paseos y compañía.

Un “bon día” con una mirada tierna y dulce hacia el amante, la hija, el esposo, la abuela, la vecina o la tendera promete un día vivido con amor y pasión y si, por aquellas cosas de la vida está manifestado con alegría e ilusión ya te brindan un día deseoso de ser vivido.

Un “bo día” lo será, seguro, si existe ternura, dulzura y compasión en el vivir de todos nosotras, personas que pertenecemos al reino animal, no olvidemos que somos mamíferos y no olvidemos que somos por ADN seres matriciales , o sea, que necesitamos el contacto físico y humano para respirar, vivir y existir.

Abracemos los avances tecnológicos y telemáticos que ya están instalándose entre nosotros, tanto en el ámbito laboral como en el personal y familiar y que favorecen y acortan distancias físicas pero no olvidemos tocarnos, abrazarnos, conversar con el otro, discutir entre amigas, compartir ilusiones con nuestros amigos, problemas, con nuestros amores, ir de paseo, de la mano, colgados de la cintura, merodear las calles, curiosear las tiendas, embobarse mirando a la gente cómo anda y se entrecruzan sus pasos.

Estemos atentos a todo aquello que el miedo y el aislamiento, el confinamiento para evitar el contagio puede suponer en cuanto a negar, distanciar y separar a las personas y las relaciones humanas. Inocular incertidumbre duradera es una buena manera de desestabilizar y debilitar al ser humano.

Feliz semana !

Barcelona, 22 noviembre 2020

 

 

 

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