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ELLA Y … LA OTRA

En la tarea del cuidar, como todo en la vida, hay jerarquías.

Ella suele ser mujer, la que viene a hacer las tareas domésticas y faenas del hogar cuando otras ellas no podemos o no queremos hacer. Ellas son las que suelen cuidar a nuestros queridos familiares enfermos, ancianos, dependientes y que a pesar de que su atención requiere fuerza para su movilización , ellas son más numerosas y se les puede pedir que cobren menos ya que están acostumbradas a la sumisión y explotación laboral. La otra, decide tareas, decide funciones, decide honorarios y decide despedir cuando ella no lo hace suficientemente bien, no se muestra suficientemente servil o no acepta de buen grado, cierta subyugación relacional.

En la tarea del amor, como en todo en la vida, también hay jerarquías.

Ella suele ser la pareja o esposa, con claras diferencias conceptuales entre ambos términos que, para el patriarcado existente, tiene claras connotaciones relacionadas con el grado de poder y sumisión de uno respecto de la otra, pues suele ser la pareja estable con la que se consolidan relaciones de más o menos duración que dan solidez a la estructura familiar y permite la reproducción y mantenimiento de la especie y la transmisión de bienes patrimoniales, culturales, emocionales y familiares. La otra, suele aportar deseo, ilusión, aventura, entusiasmo, dedicación y placer.

En la tarea del quehacer, como todo en la vida, existen jerarquías.

Ella suele ser por quien lo dejan todo, hijos incluidos, y vuelan hacia otras partes del mundo con ansías de faena. Ella, la faena, las obligaciones, las reuniones, la agenda, todo son femeninos que traicionan el rol y la posición de la otra. Ubicándola en ese lugar, el de la otra.  La otra, la amante, en este caso, fiel al matrimonio. Fiel a los deseos de él.

Ella, la faena, suele ser la justificación perfecta para llegar tarde a casa, cansados y ensordecidos de tanto ruido laboral. Cansados y abrumados de tantas responsabilidades y ejercicio del poder.

En este caso, la mujer, pareja o esposa, compañera o amiga, pasa a ser la otra.  Con ella, la faena y la responsabilidad por el trabajo, ambas femeninas, se puede ser abiertamente, declaradamente y legalmente infiel a la otra. En la sociedad occidental está totalmente legitimado y ensalzado que ella, la faena, sea por quien doblan las campanas y la otra, acepte sumisa y complaciente la existencia de esta amante por la que los hombres corren distraídos, dispersos y sedientos de su arrolladora seducción.

Y en la tarea del placer, cómo no, también hay jerarquías.

En este caso, ella pasa a ser la otra, rápidamente. Pues más jóvenes, más directas, más gustosas, más deseables, más espontáneas, más atemporales, casuales y probables son todas ellas.

No siempre de hecho, pero si de facto, de deseo y de imaginación. A mi parecer, porqué hombres y mujeres somos polígamos por naturaleza pero nos hemos organizado culturalmente, así.

Y desde el patriarcado, se le concede el beneficio del disfrute del sexo y el deseo a ellos y se nos niega y prohíbe a nosotras. Nosotras que, como dicen diferentes estudios, tenemos deseo, orgasmos y sexualidad hasta mucho más allá de los 70 años ¡

Será por eso, que socialmente se esconde y se mantiene tras el tabú de lo no decoroso, no sea que vayamos explicando cuan deseoso y placentero es el cuerpo de la mujer.

¡Pero el de todas ¡ …el de ella y el de la otra.

Porque quien haya llegado hasta el final del artículo y ande confundido entre una y otra es porque no sabe ni entiende de roles y lugares. De jerarquías y poder.

Quien haya llegado al final del artículo y entienda perfectamente de quien y de qué estoy hablando es porque sabe quien es ella. Y cómo, cuando no, andas siendo, la otra.

Qué placer cuando sientes que eres, ella; cuánto dolor cuando te hacen sentir que eres, la otra

Barcelona, 13 noviembre 2020…un viernes y 13 !

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