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JOYAS Y TESOROS

Terminaba el turno de tarde cuando una compañera, auxiliar de enfermeria, vino a buscarme para atender una “urgencia”.

– Dolores, está llorando. No para de llorar. ¿ Hay alguien que la pueda acompañar ?, me preguntó.

– ¿Puedo hacer algo por ella?,  le pregunté dispuesta a terminar mi jornada laboral pero impactada por esta “urgencia” según la qual alguien lloraba sin parar.

Entro en la habitación del hospital y la enfermera me dice:

– La he cambiado, pero no para de llorar.

– ¿ Qué le pasa? le pregunto yo.

– No lo sé…

Cuando entro, con la residente de geriatria, nos sentamos a los pies de la cama donde está Dolores. Las batas blancas informan de que somos personal sanitario y evito la presentación para mostrarme cercana e interesada por ella.

Dolores está hecha un verdadero mar de lágrimas.

– Dolores, ¿qué le pasa ? ¿porqué llora tanto ?

Le pregunto a Dolores, porque era evidente que alguna cosa …o muchas…le estaban rompiendo el corazón.

Nos dice que se sentía sola, que su madre habia muerto cuando ella tenia 5 años y que la recordaba todos los dias. Estaba ingresada desde hacia muchos dias pero no recordaba cuántos, ni por qué motivo. Queria volver a casa con su marido, con su “medallita” del servicio de Telesasistencia, con las llamadas de la voluntaria de Amics de la Gent Gran y con la chica del Ayuntamiento que va un dia a la semana, a hacerle la higiene personal.

Dolores tiene noventa años, no oye, no ve y sigue llorando, moqueando y lagrimeando.

Lleva dos intervenciones quirúrgicas de corazón y bastantes quilos de más y otras patologias que ha ido acumulando durante estos últimos diez años.

Es fan y seguidora de Sant Antonio de Pádua y cuando le digo que si quiere podemos venir, cada tarde y leerle un trozo de las obras de este santo, se le iluminan los ojos llenos de lágrimas que miran desorientados hacia un futuro cercano y nos dice , con una gran sonrisa:

– “ Siiii,  ¿si ?,  siii !!!”

Ha dejado de llorar, mientras me cogia la mano y nos decia que su esposo estaba fuera, en la sala de espera, esperando que se calmara para visitarla.

Al salir de la habitación del hospital, un hombre, bajito, delgado, atento, deseoso de acompañar a su esposa nos ha preguntado:

-¿Cómo está ? yo cada dia vengo a verla.

Y es que hay verdaderas historias de amor y ternura entre personas de 88 , 90 o 94 años. Nos las cuentan emocionados, con pasión , ilusión y ganas de vivirlas.

Pero la vulnerabilidad de los servicios sanitarios hace que ante un lloro prolongado y sostenido en el tiempo, los profesionales de atención directa no sepan qué hacer y recurran a otros profesionales que, con las llaves a punto de cerrar el despacho y la atención, desean tener tiempo y escuchar un lloro prolongado, ininterrumpido, largo, penoso, triste e intentar atenuar el sufrimiento de aquella persona mayor.

El tiempo se para, escuchas, te interesas por el otro, le coges la mano para que sienta la tuya ya que ante tantas carencias y faltas de lo más básico, la vista, el oído, etc…el tacto aparece inalterable y gana más sentido que nunca.

El tacto reconoce al otro y reconoce el buen trato.

El con-tacto humano no es más que eso, permitir que pase. Permitir que suceda. Permitir que se contacte con el sufrimiento del otro, el lloro del otro y las penas del otro.

Para eso solo hace falta tiempo, escucha y deseo.

Deseo de estar con el otro y para el otro.

Tras media hora escuchando, recordando, riendo sobre las dificultades que trae la vida y cómo el tiempo desgasta los sentidos haciendo emerger muchos sentimientos y emociones desconocidas, Dolores se ha calmado,

Tranquila y sonriente , recibía con alegria a su esposo al que le decía: “Antonio, no te veo, no te oigo pero aún me queda la vida !!”.

Y con un guiño de complicidad, me despedía de Antonio y le dejaba con su Dolores .

La hospitalización de nuestros mayores resulta indispensable en muchas etapas de la vida, en la que solos no pueden valerse por si mismos en casa. Mujeres de 90 años con parejas de 95 años que viven solos en casa con multitud de soportes sanitarios y comunitarios empieza a ser el pan nuestro de cada día, de una sociedad envejecida y que envejece con sus mayores.

Tendremos, pues, que saber parar el tiempo para escucharles y tranquilizarles. Atenderles y entender que para ellos y ellas el tiempo va más lento y anda densamente cargado de significados que los jóvenes desconocemos.

Anda densamente cargado de historias de la guerra, la postguerra, de amores, amantes, hijos e hijas de otros y otras, historias de vidas que tan solo ellas y ellos conocen, recuerdan, relatan y cuentan.

Escucha atenta, para una discreta atención a sus pérdidas, limitaciones y carencias. Escucha respetuosa a unos mayores de edad y de dignidad que nos anteceden y nos definen.

Escucha atenta a sus vidas, narradas desde un lugar de su historia y de su biografia que les ubica y les sitúa. Escucha silenciosa a recuerdos encarnados en cuerpos viejos y cansados que son nuestra historia y que gracias a ellos y a ellas podemos contarnos y narrarnos.

!! Gracias Dolores, por tus lloros y lágrimas que nos han llevado a descubrir tus amores y pasiones !!

Barcelona, 26 juny 2021

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