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ESTADO DE ALARMA POR COVID 19

Día 13 de marzo de 2020, son las 16: 34h y el Departamento de Trabajo, Asuntos Sociales y Familia emite un comunicado en rueda de prensa en el que agradece el esfuerzo que los profesionales de todos los servicios de atención a las personas estamos haciendo en relación a la situación de emergencia que vivimos por la presencia del coronavirus.

Asimismo, con el objetivo de proteger uno de los grupos de población más vulnerable de la infección por la Covidien-19 se suspenden temporalmente las actividades en los centros de día de terapia ocupacional, el servicio de centro de día ocupacional de inserción, los centros de día de atención especializada, los clubes sociales y los servicios pre-laborales garantizando la atención continuada en los servicios adecuados. Se cierran temporalmente los centros de desarrollo infantil y atención precoz, atención a personas con discapacidad y los servicios de valoración de la dependencia de la Red de Servicios Sociales de Atención Pública.

Se anulan las actividades que se realizan en los centros abiertos, servicios de intervención socioeducativa y atención a la infancia en riesgo.

Día 14 de marzo de 2020, el Estado Español publica el “Real Decreto 463/2020, de 14 de marzo, por el que se declara el estado de alarma para la gestión de la situación de crisis sanitaria ocasionada por el Covidien-19” . El decreto que aprobó el Consejo de Ministros establece que los ciudadanos sólo podrán circular por las vías de uso público para comprar alimentos, productos farmacéuticos y de primera necesidad; asistencia a centros sanitarios; desplazamiento al lugar de trabajo; regreso al lugar de residencia habitual; asistencia y cuidado de grandes, pequeños, dependientes y personas con discapacidad; desplazamiento a entidades financieras, o por causa de fuerza mayor o situación de necesidad. Esta medida entra en vigor el lunes 16 de marzo a las 8h.

Día 16 de marzo de 2020, comienza un largo confinamiento para todos nosotros, inicialmente, de 15 días. En estos momentos, ya se habla de un mes y medio largo de cierre domiciliario. O dos, o más.

Confinamiento, significa etimológicamente hablando, el aislamiento obligado dentro de un espacio limitado conocido. En nuestro caso, el domicilio. De repente, de golpe, de forma urgente y alarmante la población debe confinarse por motivos de salud. Por un virus que nos puede matar. Y mata.

Porque en China lo ha hecho y en Italia, país mediterráneo como el nuestro, también.

Pero hablemos de las emociones, los sentimientos y la salud mental de la población que hemos tenido que confinarse con unas medidas de contención radicales “quedémonos en casa”, “no se puede salir a la calle” y con unas multas de 600 € a 30.000 €, si violas la norma aprobada por el estado.

Con diagnóstico psiquiátrico o sin, con grado de discapacidad o sin ella, siendo dependiente, vulnerable, frágil o en riesgo … profesional sanitario o social, pequeño tendero o empresario directivo … todos pasamos por diferentes estados emocionales dignos de ser mencionados, rescatados, expresados ​​y transitados .

Enfado, rabia, miedo, inquietud, ansiedad y pánico. Son expresiones de una situación social pandémica que nos envuelve a todos y que nos deja impotentes y perpetrados, ante tanta tragedia humana.

Confinamos al ser humano y también la producción económica, con el objetivo de permitir que el sistema sanitario drene, lo mejor posible, la atención y asistencia a los enfermos diagnosticados de Covid-19.

Confinamos también a padres y madres que tele-trabajan con la amenaza de Ertos que se están haciendo realidad, con niños pequeños que lejos de adaptarse por biología y constitución propia de la edad al inmovilismo y a la parálisis física, están haciendo grandes esfuerzos personales para vivir, de la habitación al comedor. Confinamos unidades familiares de 5 y 6 personas que comparten un espacio domiciliario de 60 metros cuadrados. Sin balcón, ni luz natural.

Confinamos personas de 80 a 90 años que viven solas, atendidas por los servicios de tele-asistencia que estos días no dan abasto y que sentadas todo el día frente al televisor con programación monotemática y alarmante, tienen riesgo de sufrir otras enfermedades cardiovasculares.

Confinamos madres de 87 años con hijos de 65 años con esquizofrenia y con patologías previas respiratorias, óseas, diabetes, etc con poca conciencia de auto-cuidado y que sufren, por si lo que escuchan en la TV, durante 24 horas seguidas se hará realidad. Temen perder las pensiones de vejez y de enfermedad, temen perder el piso de alquiler, temen perder … la vida. Aumentan los miedos, la angustia, el estrés y en muchos casos, la soledad.

Dicen que es el virus de la soledad porque la gente está muriendo sola. No puede haber ningún familiar que le pueda acompañar en el último momento. Es un virus perverso, mata y hace emerger lo más humano. Las fragilidades humanas y la necesidad que tenemos de la presencia del otro, de estar con el otro, de sentirnos acompañados en la vida, acompañados hasta el final.

Confinamos en los centros de menores, a hombres y mujeres con vidas llenas de separaciones, roturas y experiencias de aislamiento social que esperan salir para ir a clase o ver a sus familias de referencia y para los que, una situación de alarma como ésta les deja aún más huérfanos de su dosis de estima familiar.

Confinamos parejas de mediana edad con hijos con varias discapacidades para los que vivir aislados y sin las medidas rehabilitadoras que reciben diariamente puede hacer empeorar y perder lo ganado en los últimos años. Confinamos personas dependientes, mujeres en riesgo de violencia doméstica, mujeres que vuelven a ser las cuidadoras de toda la tribu familiar confinada.

Confinamos vidas que sufren y  se multiplica el miedo en cada hogar.

Y es que ante estas medidas necesarias, imprescindibles e implacables de detener a la población de Igualada, Cataluña o de España, para que el sistema sanitario pueda absorber, atender y curar a la población infectada hay un virus, desconocido e invisible , que opera letalmente.

Y hay que preservar la salud física y emocional de la población.

El sufrimiento mental y emocional de la población confinada y encerrada, el sufrimiento mental de todos nosotros. De los sanitarios que tienen miedo. De las familias de los profesionales sanitarios que están en riesgo como éll@s.

Ahora más que nunca la salud mental no se puede dejar de lado. Hablamos de solidaridad, de comunidades generosas, de vecindades responsables, de aplausos comunitarios sentidos y queridos. La respuesta de la población está siendo excepcional para una situación de crisis excepcional. Y eso los gobiernos también deberían recogerlo, reconocerlo y celebrarlo. Esto también es hacer salud mental !!

La salud mental de las personas con un diagnóstico psiquiátrico debe mantenerse, preservarse y asegurar que cuando volvamos a la normalidad, que ya nunca más será la de antes del Covid-19, se mantendrán las financiaciones económicas, los servicios bien dotados de profesionales y los equipamientos que hayan cedido sus estructuras para la atención de las personas infectadas, volverán a su esencia original y atender a la población con problemas de salud mental.

Nuestro colectivo, que ya sufre habitualmente malestar psíquico, puede verse afectado aún más por este estado de emergencia. Pero todos nosotros, toda la sociedad se está viendo afectada por la actual situación de alarma, de confinamiento, de aislamiento, de carencia de relaciones de proximidad, de miedo y sufrimiento económico que nos llevará a muchos cuadros de estrés post-traumático.

Somos conscientes, estamos preparados? Pensemos que, al igual que los profesionales sanitarios y sociales preparamos el alta de un paciente cuando éste ya está curado, tendremos que ir preparando el alta social de este estado de emergencia ayudando a la población a recuperar su espacio escolar, universitario, familiar, laboral, económico, social y comunitario.

Barcelona, ​​27 de marzo 2020

 

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