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Isidro y sus cosas

 

De los microinfartos cerebrales pasó a un infarto de miocardio que le llevó a pensar que no podía vivir, solo, en casa.

En nuestro país, se pasó en los años sesenta, del modelo familiar que todo lo acoge, todo lo cuida y todo lo atiende, al modelo hospitalario que todo lo aísla , lo destierra y lo aleja del ámbito familiar.

En el equilibrio esta la solución. Y la ecuanimidad ayuda a tomar la decisión acertada y correcta en cada momento vital. Si hace falta asistencia sanitaria, cuidados paliativos, tratamientos largos y permanentes en el tiempo, el hospital se hace incuestionable. Pero nuestro modelo residencial a pesar de haberse dignificado, legalizado y humanizado en las últimas décadas no deja de aniquilar la diferencia i protocolizar la atención.

Ingresó un lunes y dos días después se había hecho una bonita brecha en la cabeza al querer levantarse y no avisar a la auxiliar de turno, como le habían explicado, y recomendado.

 

Hay todo un proceso de adaptación cuando un anciano o anciana ingresa en un centro residencial. Me encanta la palabra anciana/o, del latín antinus –el que va delante- porque me remite a la ternura de los abuelos y abuelas; a las arrugas profundas que, encarnizadamente, va surcando y dibujando en la piel el paso del tiempo, de los días, de las horas, del sufrir, del reír, del trabajo duro y costoso; me remite al andar lento; al comer poco; a la calma y la tranquilidad del que “ya lo ha hecho todo”.

Y en este proceso de adaptación al nuevo hogar hay que entender que hay una gran cantidad de cambios que la persona esta obligada a aceptar y a experimentar. Es muy importante que la familia entienda que ha dejado atrás su hogar; y que aún cuando es cierto que, en determinadas situaciones pueden volver a su domicilio los fines de semana, un día de cada quince, etc la persona mayor o muy mayor sabe que no volverá a vivir nunca más en su hogar.

¿A quién no le produciría rabia, tristeza, enfado y pena saber que ya no volverá nunca más a su casa ?

¿Y cómo creen ustedes que las personas mayores poco acostumbradas a expresar sus emociones y sentimientos por miedo al que dirán, por vergüenza a escuchar lo que realmente sienten o porque su historia de vida les confirma que nadie les va a escuchar con atención e interés, cómo creen ustedes que estas personas pueden adaptarse a estos cambios de residencia y domicilio tan profundos a tan avanzada edad ?

Porque Isidro, a sus 91 años, quería que le cuidaran bien pero no quería sentirse dependiente de nadie, quería que le dejaran vivir lo que le quedaba de capacidad y autonomía, “hacer la suya” sin que la familia le riñera, amonestara o castigara.

Bendito aquel que tiene familia y que se acercan a la residencia a visitarles, se ocupan de su ropa, de su colonia, de su maquinilla de afeitar, de sus calcetines, calzoncillos y camisetas de algodón….

Porque en estos detalles esta el “sentirse como en casa”. En poder ver a tu familia en el jardín, en una sala o en tu habitación. Manteniendo la intimidad y el respeto que todo hogar favorece tener y que en estos momentos de intimidad con los tuyos, uno se siente “como en casa”.

Pero Isidro se levantó, se mareó, se cayó y se dió con el canto de la mesita de noche y se abrió la ceja.

Su hija, asustada, le riñó como a un niño pequeño. Asustada de que su padre, ahora ingresado en una residencia, no obedeciera las normas, no obedeciera a la auxiliar, y no obedeciera lo que ella tantas veces le había repetido durante los últimos días.

Asustada de que, ahora que ya está cuidado y atendido en una residencia, no haga de las suyas y altere la convivencia….

En casa, uno no obedece !!, tiene sus hábitos, rutinas, sus normas propias y personales que uno, suele ir cambiando a medida que le conviene.

“En la residencia parece que hay que obedecer” me decía Isidro, durante la entrevista. Estuvimos hablando de la tristeza que le suponía dejar de ver a sus vecinos de toda la vida; de la pena que sentía por no poder ir al bar a hacer el cortadito cada día; de la rabia que le hacia no poder regar sus plantas, cenar a la hora que le indican y tenerse que levantar tan pronto para desayunar. Él, en casa, solía estar en cama hasta las 11h y entonces se levantaba con calma y tranquilidad.

El otro día, recordando la libertad de la que gozaba cuando vivía en casa, quiso revivirla, se levantó con calma y tranquilidad, se desorientó , se cayó y se lastimó la ceja….

Se desorientó porqué él, en su casa, siempre salía de la cama por el lado derecho de la misma. Y ahora le han recomendado que se levanté por el lado izquierdo de la cama porqué hay mas espacio para poner la silla y poder sentarse o apoyarse, si lo precisa.

Cuestiones sencillas, de detalle, pero es que en los detalles está el “sentirse como en casa” y en la vulneración de las normas que protegen estos “detalles” se haya la capacidad de poder expresar y manifestar la rabia y el enfado por no poder seguir viviendo en casa, por ir perdiendo capacidades y enfrentarse cada día a más limitaciones físicas, cognitivas y por ende, relacionales.

“Ni a favor, ni en contra del modelo residencial”, le decía a Isidro. A favor de comprender de forma integra e integradora a la persona que pasa por una serie de duelos y por una serie de procesos de adaptación a una nueva realidad que, a edades muy avanzadas de la vida, se les impone vivir de forma obligada y sin mucha consideración.

A las familias, apresuradas por encontrar la mejor solución para su familiar, agotadas de trámites y largas listas de espera, desesperadas por conciliar la vida laboral con el cuidado de sus familiares ancianos, también suelen dejar de atender el aspecto emocional que embarga todo este proceso.

También suelen desatenderlo porque también la familia siente, ama, llora y se entristece por observar y presenciar el deterioro, envejecimiento , enfermedad y muerte de sus padres o familiares ancianos. Tampoco ellos y ellas pueden verbalizar y manifestar su malestar emocional porque este no suele ser bien recibido, ni bien tratado.

Todavía estamos en una sociedad muy orientada hacia fuera, hacia las apariencias y el que dirán y poco honesta con las emociones de uno, con lo que uno siente, experimenta, llora y puede compartir.

Todavía los aspectos emocionales de la persona se entienden como expresión de la vulnerabilidad y fragilidad del ser humano y todavía esta se entiende como una debilidad digna de ser escondida.

Isidro, me confesó que estaba contento porqué se sentía más seguro y por tanto, más tranquilo. Pero que nunca se hubiera imaginado tener que terminar sus días en una residencia para gente mayor.

“Isidro, quizás deberíamos imaginarnos otros modelos de atención y cuidado de nuestros mayores en los que protegiéramos las costumbres y hábitos personales, defendiéramos el bienestar emocional y la expresión de los sentimientos y cultivásemos la alegría, la ilusión, la amistad, las nuevas relaciones, etc en la medida de las posibilidades de cada quien y cada cual”.

Y con una mirada llena de luz e ilusión , nos despedimos, Isidro y yo, hasta otro ratito de interés y escucha atenta por cómo iba transitando Isidro por su proceso de adpatación a su nuevo hogar.

Feliz Pascua 2023 !!!

Barcelona, 5 abril 2023

 

 

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